Artículo publicado originalmente en The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol. 3, No. 1 (Enero de 2007). Traducción: Laia Vidal i Blai Dalmau.


ソEs el decrecimiento compatible con la economía de mercado?

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TAKIS FOTOPOULOS

 


El proyecto de decrecimeinto

 

En el momento en que el efecto invernadero y el cambio climático se convirtieron en noticias de portada, después de que saliera a la luz el Cuarto Informe de Evaluación del PICC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), que definitivamente vincula los claros signos del cambio climático global con las emisiones humanas de CO2 y otros gases de efecto invernadero desde el inicio de la Revolución Industrial, la emergencia del proyecto de decrecimiento desarrollado por Serge Latouche[1] y otros fue un avance significativo en la política y el pensamiento ecologistas. Esto se debe a que mostró que el movimiento ecologista, después de su emergencia como movimento anti-sistémico en la Alemania de la década de 1970 y su subsecuente integración en la política convencional como un tipo de partido o lobby reformista de Izquierdas (tomando parte en el proceso -o dando apoyo en diferentes grados- a las guerras criminales de la élite transnacional en la década de 1990 y más allá), podía aún jugar un rol en los intersticios entre un movimiento reformista y uno de anti-sistémico. Como trataré de mostrar más adelante, se puede considerar que el proyecto de decrecimiento representa una síntesis entre los planteamientos ecologistas anti-sistémicos de los “fundos” alemanes[A], que hoy en día han desaparecido casi completamente y las perspectivas reformistas de los partidos ecologistas convencionales, que a estas alturas han demostrado estar agotadas.

 

Al mismo tiempo, el proyecto de decrecimiento muestra claras similitudes, tanto a nivel teórico como estratégico, con el planteamiento del “camino más simple" sugerido por Ted Trainer, el cual, como el planteamiento del decrecimiento, supone “economías locales altamente auto-suficientes, mayoritariamente pequeñas; sistemas económicos bajo control social que no estén dirigidos por las fuerzas del mercado o el afán de lucro y sistemas altamente cooperativos y participativos”, igual que el “movimiento de las eco-aldeas” con el cual está relacionado[2]. Sin embargo, el proyecto de decrecimiento remarca que el proceso de transición comporta no sólo la creación de eco-aldeas, principalmente fuera de la sociedad principal, sino la creación de “aldeas urbanas”[3], lo que implica un alto grado de descentralización dentro de la misma sociedad. En otras palabras, a diferencia de los partidarios de las eco-aldeas que, aún cuando su objetivo es la creación de un nuevo movimiento social y no sólo un cambio de estilo de vida, aspiran principalmente a un movimiento basado en comunidades fuera de la sociedad principal, los partidarios del proyecto de decrecimiento explícitamente apuntan a crear un nuevo movimiento dentro de la sociedad principal -como siempre han intentado hacer los partidos ecologistas tradicionales.


La lógica del proyecto de decrecimiento es la familiar del ecologismo radical. El crecimiento por el crecimiento es insostenible ya que sobrexcede los límites de la biosfera. Pese al desarrollo de algunas mejoras en eficiencia ecológica, estas han sido contrarrestadas por el crecimiento. Como resultado, la crisis ecológica, particularmente en lo referente al efecto invernadero que amenaza con un cambio climático catastrófico, ha venido empeorando todo el tiempo. Actualmente es bien sabido que la expansión continua se ha dado a expensas de la calidad de vida -si no de la vida misma, primero de los animales, y luego cada vez más de los mismos seres humanos. Por lo tanto, el decrecimiento, en términos de la reducción de escala de nuestra economía, parece necesario y deseable. De hecho, como Latouche señala, una política de reducción de escala podría efectuarse casi inmediatamente en áreas que están "pidiendo a gritos una reducción de escala": reduciendo o eliminando el impacto ambiental de las actividades que no aportan satisfacción; reconsiderando la necesidad del excesivo desplazamiento de personas y mercancías a través del planeta; relocalizando nuestras economías; reduciendo drasticamente la polución y otros efectos negativos del transporte de larga distancia; cuestionando la necesidad de una publicidad tan invasiva y, a menudo, corrosiva[4].


El objetivo debería ser por lo tanto una sociedad de no-crecimiento para remplazar a la actual sociedad de crecimiento. Esto implica ir más allá de la economía desafiando su dominación de la vida actual, en la teoría y en la práctica, y sobretodo en nuestras mentes. En la práctica, esto significa la imposición de una reducción masiva de las horas de trabajo para garantizar a todo el mundo un empleo satisfactorio. Además, el decrecimiento tiene que aplicarse al Sur así como al Norte si es que existe alguna posibilidad de detener a las sociedades del Sur en su rápido acercamiento al ciego camino de las economías de crecimiento. Por lo tanto, "donde aún haya tiempo, [estos países] deberían encaminarse no hacia el desarrollo sino hacia desembarazarse de él -suprimiendo los obstáculos que les impiden desarrollarse de manera diferente. Mientras la hambrienta Etiopía y Somalía aún tengan que exportar piensos destinados a animales de compañía, y la carne que comamos haya crecido gracias a la soja de los bosques arrasados del Amazonas, nuestro consumo excesivo socava cualquier posibilidad de autosuficiencia verdadera en el Sur"[5]. Sin embargo, pese a que Latouche señala atinadamente -adoptando indirectamente el análisis del desarrollo dependiente- que ?frica era autosuficiente en términos de alimentación hasta la década de 1960, cuando empezó la gran ola del desarrollo que la condujo a la dependencia, no está igualmente claro si también adopta las conclusiones de este análisis en cuanto a una ruptura con la economía de mercado capitalista. Sin embargo, como ya traté de mostrar en otra parte, esta ruptura con la globalización capitalista neoliberal es un paso necesario hacia un desarrollo auto-dependiente en el Sur[6].


Además, como remarca Latouche, el decrecimiento tampoco implica ningún movimiento hacia la abolición del sistema de la economía de mercado sino tan sólo la reducción de su alcance:

reducir drásticamente el daño ambiental significa perder el valor monetario en los bienes materiales. Pero no significa necesariamente cesar en la creación de valor a través de productos no-materiales. En parte, esto podría mantener sus formas de mercado. A pesar de que el mercado y el lucro pueden ser aún incentivos, el sistema ya no debe girar en torno a ellos.[7]

Así, Latouche aún cree que un capitalismo eco-compatible es "concebible en teoría" -algo que ignora las dinámicas del sistema de la economía de mercado que, al final, son incompatibles con controles estatales efectivos para la protección del medioambiente - y ya sólo en la práctica no es realista. Esto se debe a que, como el mismo autor argumenta, el poder de las Corporaciones Transnacionales (CTNs), en combinación con la descomposición de la lucha de clases, ya no permite el nivel de regulación requerido que existió con las reglamentaciones keynes-fordistas de la era Social-Democrática. Por ello concluye que:

Una sociedad basada en la contradicción económica no puede existir bajo el capitalismo. Pero capitalismo es una palabra engañosamente simple para una larga y compleja historia. Deshacerse del capitalismo y prohibir el trabajo asalariado, la moneda y la propiedad privada de los medios de producción sumiría a la sociedad en el caos. Conduciría al terrorismo a gran escala. Sería aún insuficiente para destruir la mentalidad de mercado. Necesitamos encontrar otra manera de salir del desarrollo, el economicismo (la creencia en la primacía de las causas o factores económicos) y el crecimiento: una que no signifique abandonar las instituciones sociales anexas a la economía (moneda, mercados, incluso salarios) sino que las reformule de acuerdo con principios diferentes.[8]

Finalmente, el proyecto de decrecimiento adopta una postura similar cuando no rechaza categóricamente el complemento político de la economía de mercado: la "democracia" representativa. En su valiosa contribución al debate sobre el proyecto de la Democracia Inclusiva (DI), Latouche[9] fue claro en su postura sobre el tema:

En este contexto, el rechazo radical de la "democracia" representativa es algo excesivo. Ahora forma parte de nuestra tradición, nos guste o no. Y no es necesariamente la reencarnación del diablo... Una mejor representación, con cargos revocables y participación directa en algunos casos (por ejemplo, el presupuesto participativo en Porto Alegre), puede constituir un compromiso satisfactorio. El tema clave de la distribución igualitaria del poder económico permanecerá ciertamente irresuelto, pero es algo ilusorio concebir su resolución de golpe con la barita mágica de la democracia directa.

Dejando para el siguiente apartado el tema de si el sistema de la economía de mercado es (incluso en teoría) compatible con una economía que no se oriente hacia el crecimiento económico, en referencia a lo que concierne a la "democracia" representativa, la "tradición" de este tipo de democracia es, de hecho, de hace sólo dos siglos aproximadamente[10]. A saber, desde el último cuarto del siglo XVIII cuando los "Padres Fundadores" de la Constitución norteamericana introdujeron la "democracia" representativa como complemento político del sistema la economía de mercado que fue introducido aproximadamente al mismo tiempo. El concepto de democracia predominante hasta aquel momento era el que había sido practicado en la Atenas clásica en el siglo V aC. Es bien sabido que la "democracia" representativa priva a la vasta mayoría de la población de ejercer su voluntad política -algo que sólo puede hacer el pueblo directamente por sí mismo. Así pues, las mejoras sugeridas por Latouche implícitamente ven la democracia como un procedimiento y no como un régimen[11], ya que no parecen tener en cuenta que una democracia representativa es un sistema completamente diferente de una democracia política o directa. Cuando, por ejemplo, Latouche argumenta que "una mejor representación, con cargos revocables y participación directa en algunos casos puede constituir un compromiso satisfactorio" en efecto, adopta la perspectiva de muchos en la Izquierda reformista, que intentan mejorar el actual sistema en quiebra mediante "inyecciones" de democracia directa, olvidando que estas inyecciones funcionan al final como vacunas contra la democracia directa, ya que no ayudan en la re-creación de una conciencia genuinamente democrática. La participación ciertamente puede mejorar, pero sin duda esto no constituye una democracia, que claramente no es un sistema que pueda ser ejercido a la carta, como es el caso de Porto Alegre donde algunas decisiones son delegadas a asambleas democráticas mientras otras -que resulta que condicionan las primeras- se dejan que las tomen los representantes!


Decrecimiento y Democracia Inclusiva


Aunque, por consiguiente, el proyecto del decrecimiento es visto por sus partidarios como "un proyecto político en el sentido más profundo del término, el de la construcción, tanto en el Norte como en el Sur, de sociedades convivenciales, autónomas y ahorrativas (y) no entra dentro del ámbito del politiqueo de los políticos profesionales"[12], está claro que principalmente apunta sólo a un aspecto de la actual crisis multidimensional: el aspecto ecológico. Sin embargo, aunque este es un aspecto muy importante, igualmente importantes son los demás aspectos de esta crisis.


Así, en primer lugar, la crisis política, que se manifiesta con la total degradación del significado de ciudadano y la creciente pasividad de los ciudadanos hacia lo que se hace pasar hoy por "política", puede explicarse como el resultado de la concentración de poder político en manos de élites políticas (y élites económicas mediante su control de los mass media). Sin embargo, son las dinámicas del sistema de la democracia representativa, que han llevado con el tiempo a la actual enorme concentración de poder político en manos de élites políticas, lo que les permite llevar a cabo, por ejemplo, sus guerras criminales en Iraq y Afganistán, pese a la repetidamente expresada oposición de los ciudadanos en sus propios países. Con todo, a pesar de la creciente crisis política, que ha llevado casi a la quiebra al actual sistema de “democracia” representativa, este sistema es implicita o explicitamente adoptado por el proyecto de decrecimiento, sujeto a algunas mejoras.


En segundo lugar, la crisis económica, tampoco se menciona en el proyecto de decrecimiento, sino sólo en la medida en que la desigualdad está relacionada con el crecimiento económico. Sin embargo, como voy a tratar de mostrar más abajo, la desigualdad no está simplemente relacionada con el crecimiento económico; está relacionada con el mismo sistema de la economía de mercado -el cual el proyecto de decrecimiento también adopta con algunas enmiendas- que originó la economía de crecimiento.


En tercer lugar, no hay mención alguna a la paralela crisis social, como resultado de la creación de una superclase y una subclase tras la expansión de la globalización neoliberal. La crisis social, una vez más, se menciona en este proyecto sólo en tanto que está relacionada con el crecimiento económico, mediante el consumismo.


Finalmente, la crisis ecológica misma se menciona en términos de un problema común que la "humanidad" afronta debido a la degradación del medio, sin ningún tipo de mención a las diferentes implicaciones de clase de esta crisis, es decir, al hecho que las consecuencias económicas y sociales de la crisis ecológica son principalmente pagadas en términos de destrucción de vidas y medios de vida de los grupos sociales más bajos -ya sea en Bangladesh o en Nueva Orleans-, que quedan afectados en mucho mayor grado que las élites y las clases medias, quienes tienen diversos medios a su disposición para minimizar estas consecuencias. No es por lo tanto sorprendente que los partidarios del proyecto de decrecimiento acaben adoptando medidas para la reducción del tamaño de la economía que, como veremos más abajo, van a afectar principalmente a los grupos sociales más débiles.


En otras palabras, el proyecto del decrecimiento, a diferencia del proyecto de la DI, no es un proyecto universalista para la liberación humana sino un proyecto de un sólo tema. Esto no es sorprendente, dada la desconfianza de Latouche en los proyectos universalistas[13]:

Por último, desconfío de cualquier proyecto universalista, aunque sea subversivo o radical: soy propenso a detectar en él algún olor residual de etnocentrismo occidental. Ya estuve en desacuerdo con Castoriadis en esto. Leer Takis Fotopoulos refuerza mis dudas. Como Louis Dumont perfectamente mostró, el imaginario holístico de la mayor parte de sociedades humanas, si bien no desconoce algunos requisitos de la consideración debida hacia la dignidad de los individuos y la atención a su voluntad, no tiene absolutamente nada que ver con nuestro imaginario igualitario.

Sin embargo, como traté de mostrar en otra parte[14], en mi opinión, esto es motivado por la aversión postmodernista hacia cualquier tipo de proyecto universalista- la misma aversión que ha llevado al abandono, por la mayor parte de la Izquierda, de cualquier perspectiva de cambio social radical, y a lo que Castoriadis atinadamente llamó el "conformismo generalizado"[15]. Pero, como expreso en mi crítica del postmodernismo, "el énfasis postmodero en la pluralidad y la "diferencia", en combinación con el rechazo simultáneo de toda idea para desarrollar un proyecto universal para la emancipación humana, en efecto, sirve como pretexto para abandonar el análisis y la política liberadores y conformarse al status quo y, inevitablemente finaliza con políticas reformistas (que no ponen en entredicho de ninguna manera el sistema de la economía de mercado y la "democracia" representativa)”[16]. Además, pienso que constituye una generalización demasiado amplia identificar cualquier proyecto universalista originado en el Oeste como "etnocentrismo occidental", sólo porqué se originó en el Oeste, aunque este proyecto se fundamente en demandas de autonomía y libertad -como el proyecto de la DI-, como si estas demandas no fueran universalmente humanas sino solo demandas de los occidentales!


Sin embargo, aparte de esta diferencia básica referente a la naturaleza de los proyectos de decrecimiento y DI, existen diferencias teóricas y estratégicas significativas entre ellos, que por supuesto no disminuyen sus importantes similitudes con respecto al propósito que comparten, en cuanto se refiere al objetivo principal de la actividad económica en general y la producción en particular, a través del alejamiento de la actual economía y sociedad de crecimiento y, también, en lo concerniente a sus medios comunes de alcanzar este objetivo, a través de la descentralizaión radical y el localismo.


El imaginario del desarrollo y los dos tipos de economía de crecimiento


Con respecto a las diferencias teóricas, desde la perspectiva de la DI, la economía de crecimiento no es solamente el resultado de la predominancia de las significaciones o valores de un imaginario específico, sino el resultado de la lucha social por un lado y los desarrollos tecnológicos (incluyendo organizativos) y socioeconómicos por el otro. En otras palabras, el advenimiento de la economía y la sociedad de crecimiento, ni mucho menos el advenimiento de la misma sociedad burguesa, no puede simplemente reducirse a la emergencia de la idea de Progreso de la Ilustración y el consecuente nacimiento del imaginario del desarrollo. De hecho, sería incluso erróneo suponer, como hace Castoriadis[17], que la modernindad es el resultado de dos corrientes paralelas:

Tenemos que considerar la emergencia de la burguesía, su expansión y victoria final en paralelo con la emergencia, propagación y victoria final de una nueva "idea", la idea de que el crecimiento ilimitado de la producción y de las fuerzas productivas es de hecho el objetivo central de la existencia humana. Esta "idea" es lo que yo llamo una significación social imaginaria. A ella corresponden nuevas actitudes, valores y normas, una nueva definición social de la realidad y de la existencia, de qué es lo que cuenta y qué lo que no cuenta (...). El matrimonio -probablemente incestuoso- de estas dos corrientes da luz, de diversas formas, al mundo moderno.

Sin embargo, lejos de ser "paralelas", las dos corrientes (el advenimiento de la economía de mercado/crecimiento y de la burguesía por un lado y la emergencia de la ideología del crecimiento por el otro) fueron elementos integrales del mismo proceso, en el que la segunda jugó el papel de justificar "objetivamente" la primera.


Como he intentado mostrar en otra parte[18], tanto las economías capitalistas como las "socialistas" -el bloque del Este de los países del "Socialismo Realmente Existente" (SRE)- fueron tipos de economía de crecimiento, es decir, un sistema de organización económica encaminado, ya sea "objetivamente" (como en el caso de las economías de mercado) o deliberadamente (como en el caso de las economías planificadas) hacia la maximización del crecimiento económico. Sin embargo, el advenimiento de estas economías de crecimiento no puede ser solamente explicado por factores tecnológicos y económicos "objetivos" (como hacen los marxistas) o solamente por factores "subjetivos", es decir, significaciones imaginarias y los correspondientes valores e ideas (como algunos ecologistas intentaron hacer). En cambio, para considerar plenamente el advenimiento de la economía de crecimiento, nos tenemos que referir a la interacción entre los factores "objetivos" y "subjetivos". Así, los factores objetivos se refieren a la dinámica del crecer-o-morir de la economía de mercado, mientras que los factores subjetivos se refieren al papel de la ideología del crecimiento. Contrariamente, por consiguiente, a las afirmaciones hechas por la mayoría de las corrientes del movimiento ecologista, no es la ideología del crecimiento la causa exclusiva, o incluso la principal, de la emergencia de la economía de crecimiento. La ideología del crecimiento ha sido simplemente utilizada para justificar la economía de mercado y sus dinámicas -que conducen inevitablemente a la economía de crecimiento capitalista. Lo cual implica que la cuestión principal hoy en día no puede ser reducida solamente a cambiar nuestros valores, como algunos ecologistas radicales ingenuamente argumentan, o incluso a condenar el crecimiento económico de por sí. El cuestión crucial hoy en día es cómo podemos crear una nueva sociedad donde la dominación institucionalizada de los seres humanos sobre los seres humanos y la consecuente idea de la dominación de la naturaleza sean descartadas. La búsqueda de tal sistema nos llevará a la conclusión de que no es sólo la ideología del crecimiento la que tiene que ser abandonada, sino la misma economía de mercado.


Además, los factores objetivos y subjetivos no contribuyeron igualmente a la emergencia de los dos tipos de economía de crecimiento. Los factores objetivos fueron particularmente importantes con respeto al advenimiento y la reproducción de la economía de crecimiento capitalista, pero no jugaron ningún papel significativo en la emergencia de la economía de crecimiento "socialista" -aunque fueron importantes con respeto a su reproducción. Viceversa, los factores subjetivos, los "valores" del crecimiento, jugaron meramente un papel ideológico, en lo que se refiere a la economía de crecimiento capitalista, mientras que jugaron un papel crucial con respecto al advenimiento y la reproducción de la economía de crecimiento "socialista", dada la identificación por parte de la Ilustración de la idea de Progreso con el desarrollo de las fuerzas productivas y la influencia que tuvieron las ideas de la Ilustración en el advenimiento del movimiento socialista.


Así, mercadización y crecimiento, alimentadas por la competición, constituyeron, históricamente, los dos componentes fundamentales del sistema de la economía de mercado. La mercadización ha sido siempre el resultado del esfuerzo de aquellos que controlan la economía de mercado para minimizar los controles sociales en los mercados, mientras la economía de crecimiento ha sido el resultado de un proceso que, a nivel micro-económico, conlleva la persecución del lucro mediante la continua mejora de la eficiencia. Tanto la mercadización como el crecimiento no fueron el resultado de ciertos cambios en las "significaciones imaginarias", o valores, sino que fueron, en cambio, el resultado inevitable del hecho de que el advenimiento del industrialismo (producción mecanizada) tuvo lugar bajo condiciones de propiedad y control privados de los medios de producción. Bajo estas condiciones, como se puede mostrar tanto por la teoría económica ortodoxa como Marxista, la maximización de la eficiencia económica depende crucialmente de llevar cada vez más lejos la división del trabajo, la especialización y la expansión del mercado. Por eso la tecnología moderna siempre ha sido diseñada para maximizar la eficiencia económica, algo que implica una mayor expansión de la división del trabajo y del grado de especialización, sin tener en consideración las repercusiones sociales y económicas.


Por lo tanto, el crecimiento económico, la extensión de la división del trabajo y la explotación de las ventajas comparativas implican un abandono del principio de auto-dependencia. Este abandono tiene considerables repercusiones en el ámbito económico (paro, pobreza, crisis económica en la economía de mercado e irracionalismo económico en el socialismo), en el ámbito cultural (desintegración de lazos sociales y valores), en el ámbito social en general (restricción drástica de la autonomía individual y social) y, como veremos, en el ámbito ecológico. La inevitable consecuencia de la búsqueda del beneficio, a través de la maximización de la eficiencia y de la talla del mercado, ha sido la concentración de poder económico en las manos de las élites que controlan el proceso económico. Una concentración similar tuvo lugar en la economía de crecimiento socialista. Por tanto, la diferencia entre los dos tipos de economía de crecimiento con respecto a la concentración se reduce simplemente a quién posee los medios de producción y como estos están asignados a diferentes usos.


Sin embargo, la distinción anterior es necesaria porqué aunque la propiedad -y particularmente el control de los medios de producción- en la economía de crecimiento "socialista" fue sólo formalmente social, el hecho de que la asignación de los recursos se realizara principalmente mediante el mecanismo de planificación central, en lugar de mediante el mecanismo de precios, constituye una diferencia cualitativa importante. Así, mientras en la economía de crecimiento capitalista (y en la "economía de mercado socialista") el objetivo del crecimiento económico, así como los objetivos intermedios (eficiencia, competitividad) se derivan "desde dentro" de la lógica y las dinámicas del sistema mismo, en la economía de crecimiento "socialista" los mismos objetivos se imponen "desde fuera" por las decisiones políticas de los burócratas del partido que controlan el mecanismo de planificación. En otras palabras, es concebible que una economía planificada pueda perseguir objetivos diferentes que aquellos adoptados por una economía de mercado. Pero a pesar de que un cierto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas será siempre necesario, para que, al menos, las necesidades básicas de todos los ciudadanos sean satisfechas, esto no implica una lucha para maximizar el crecimiento en competición con la economía de crecimiento capitalista ("alcanzar y adelantar América" era el eslogan Soviético) y todo lo que esta lucha comporta en términos de necesidad de mejorar la eficiencia. Por tanto, mientras en el caso capitalista, la economía de crecimiento es el resultado inevitable del funcionamiento de la economía de mercado al nivel micro-.económico, en el caso socialista, es simplemente el objetivo escogido a nivel macro-económico.


Pero, ソpor qué la misma ideología del crecimiento fue compartida por dos sistemas socio-económicos diferentes? Como he intentado mostrar en otra parte[19], el primer componente del sistema de la economía de mercado, el proceso de mercadización, había dividido la inteligensia de la era industrial y había conducido a los dos mayores movimientos teóricos y políticos de la modernidad: el liberalismo y el socialismo. Sin embargo, ninguna división similar emergió con respecto al segundo componente, esto es, el crecimiento económico. El crecimiento económico se transformó en un elemento central del paradigma social dominante (es decir, el sistema de creencias, ideas y los correspondientes valores que se asocian con las instituciones económicas, políticas y sociales) tanto en la versión "socialista" como capitalista de la economía de crecimiento. Así, el crecimiento económico se convirtió en un objetivo liberal y socialista, aunque sólo está intrínsecamente vinculado a la economía de mercado, y a pesar del compromiso de las élites dirigentes en los países del SRE de sustituir la planificación central por la economía de mercado.


Por consiguiente, a pesar del hecho de que la ideología dominante en el Oeste ha sido la del liberalismo y en el Este la del socialismo, tanto la economía de mercado en el primer caso como la economía planificada en el segundo compartieron la misma ideología del crecimiento, establecida durante más de 200 años, tras la revolución industrial y la dinámica del "crecer-o-morir" que la economía de mercado puso en marcha. Así pues, fue el paso desde los mercados a un sistema de economía de mercado lo que marcó el cambio hacia nuevas formas de organización social que conllevaban una nueva "significación social imaginaria" (es decir, la extensión ilimitada de la "dominación racional" identificando el progreso con desarrollo de las fuerzas productivas y la idea de dominación de la Naturaleza) y no al revés, como algunos ecologistas dan a entender, a menudo influenciados por la vaga tesis de Castoriadis sobre los dos procesos "paralelos" que hemos visto más arriba.


Tanto para los liberales como para los socialistas, desde Adam Smith a Karl Marx, el problema fundamental fue como la humanidad podría, con la ayuda de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, maximizar el crecimiento económico. De hecho, Marx fue aún más enfático sobre la importancia de un crecimiento económico rápido. Así, la ideología del crecimiento ha complementado la ideología liberal de la economía de crecimiento capitalista y la ideología socialista de la economía de crecimiento socialista. En este sentido, la ideología del crecimiento ha sido el fundamento ideológico esencial tanto para la economía de crecimiento socialista como para la capitalista a pesar de las diferentes formas en las que los patrones jerárquicos de concentración de poder son estructurados en los dos tipos de economía de crecimiento. Además, la ideología del crecimiento, en cierto modo, ha funcionado como la "ideología en última instancia", ya que ha determinado qué ideología sería dominante al final. Por eso el fracaso económico de la economía de crecimiento socialista (a saber, el fracaso en crear una sociedad de consumo de tipo Occidental) fue la razón principal que llevó al colapso de este tipo de economía de crecimiento y a la actual predominancia universal de la economía de crecimiento capitalista y su propia ideología (liberalismo/neoliberalismo).


La ideología común del crecimiento también puede explicar el hecho de que ambos tipos de economía de crecimiento compartan una degradación medioambiental similar -de hecho una mayor degradación en los países del SRE debido a la utilización de tecnologías menos eficientes y el hecho de que los efectos de la contaminación fueron intensificados por sus estructuras de precio, que subestimaban los recursos energéticos y materias primas, conduciendo a su utilización abusiva. Así, en la medida en que la actual concentración de poder no puede ser simplemente reducida a relaciones capitalistas de producción, como los Marxistas sostienen, en la misma medida, la crisis ecológica en sí misma no puede ser meramente reducida a relaciones y condiciones de producción capitalistas, como mantienen los eco-Marxistas[20]. De todas formas es evidente, que un análisis de la crisis ecológica basado en las relaciones de producción capitalistas fracasa en explicar la presencia de una crisis ecológica aún más grave en los países del SRE, a pesar de la ausencia de relaciones de producción capitalistas en el sentido de posesión privada de los medios de producción. Así, tal y como sería equivocado atribuir la crisis ecológica meramente a la ideología del crecimiento, como hacen los ambientalistas y diversos "realos" dentro del movimiento Ecologista, sin tener en cuenta el marco institucional de la economía de mercado y las consecuentes relaciones de poder, sería igualmente equivocado atribuir esta crisis principalmente a las condiciones de producción capitalista, como los eco-Marxistas están intentando hacer, sin tener en cuenta la importancia de la ideología del crecimiento en la teoría y la práctica del socialismo estatista.


De hecho, para proporcionar una interpretación adecuada de la crisis ecológica, deberíamos referirnos no sólo a las interacciones entre las relaciones de producción capitalistas y las condiciones de producción (como hacen los eco-Marxistas) sino a la interacción de ideología y relaciones de poder fruto de la concentración de poder en el marco institucional de una sociedad jerárquica. En este punto, sin embargo, cabe señalar que aunque la idea dominar la naturaleza es tan antigua como la dominación social dentro de una sociedad jerárquica, el primer intento histórico de dominar la naturaleza en masa surgió con el advenimiento del sistema de la economía de mercado y el consiguiente desarrollo de la economía de crecimiento. Por tanto, para explicar la actual crisis ecológica, tenemos que empezar con los factores históricos que condujeron a la emergencia de la sociedad jerárquica en general y continuar con un examen de la forma contemporánea de la sociedad jerárquica en la que la élite obtiene su poder principalmente de la concentración de poder económico.


Con todo, a pesar del hecho de que la ideología del crecimiento sostenía tanto la ideología liberal como la socialista, uno no debería ignorar la relación intrínseca entre medios y fines. Por consiguiente, a pesar de que ambos tipos de economías de crecimiento apuntaban al mismo objetivo (la maximización del crecimiento económico), la diferencia en los medios utilizados es muy importante. La planificación es un medio principalmente coherente con un sistema de propiedad social de los medios de producción, mientras que el mercado es principalmente coherente con la propiedad privada. Aunque, por eso, varias combinaciones de planificación/mercado y propiedad social/privada de recursos productivos han sido propuestas y implementadas en el pasado, el hecho es que la combinación de planificación (combinada quizás con formas de "mercados" artificiales como los propuestos por el modelo económico de la DI) con formas de propiedad social, es la única que puede asegurar la satisfacción de todas las necesidades de los ciudadanos. De este modo, cualquier combinación de mercados reales con la propiedad privada de los recursos productivos (como en las economías de mercado) esta destinada a distribuir los beneficios del crecimiento económico de un modo muy irregular que no cubre las necesidades de todos los ciudadanos. De hecho, incluso una combinación de propiedad social de los medios de producción con mercados reales esta destinada a conducir de nuevo (debido a las dinámicas del mecanismo de mercado en sí mismo) a una considerable desigualdad, como en el caso de las economías socialistas-de mercado de hoy en día y particularmente del "milagro económico" de China, que es notorio por sus "fenomenales" tasas de crecimiento y la paralela desigualdad enorme y creciente, así como por sus severos daños al medioambiente!


Sin embargo, aparte de esta diferencia básica, los dos tipos de economía de crecimiento comparten muchas características comunes y, en particular, dos características muy importantes: concentración de poder económico y daño ecológico. Estas características, a su vez, derivan del hecho que ambas versiones comparten el objetivo intermedio de la eficiencia. La eficiencia es definida en ambos sistemas en base a criterios tecno-económicos estrechos de minimización del input/maximización del output y no sobre la base del grado de satisfacción de las necesidades humanas, que se supone que es el objetivo de un sistema económico[21]. Por consiguiente, aunque la concentración de poder económico en la economía de crecimiento socialista fue principalmente el resultado de la concentración de poder político en manos de las élites del partido, y no el resultado del funcionamiento "automático" del sistema económico, el objetivo adoptado de maximizar el crecimiento económico y la eficiencia impuso la necesidad de utilizar los mismos métodos de producción tanto en el Este como en el Oeste. Además, dado que el concepto de eficiencia económica, que ambos sistemas compartían, no tiene en cuenta las "externalidades" del proceso económico y particularmente las consecuencias negativas del crecimiento económico en el medio ambiente, el resultado es el actual daño ambiental extendido a todo el planeta.


Es el decrecimiento una cuestión de ideología y valores?


La sociedad jerárquica moderna depende de la maximización del crecimiento económico para su reproducción. Esto es cierto en tres ámbitos: producción, consumo y concentración del ingreso y la riqueza.


En cuanto a la producción se refiere, se mostró anteriormente la razón por la cual las dinámicas de la economía de mercado llevan a una constante expansión de la producción para maximizar la eficiencia y los beneficios. Un sistema de economía de mercado sin crecimiento es por lo tanto una contradicción en términos. No simplemente porque los actuales actores principales en la economía de mercado internacionalizada, las Corporaciones Transnacionales (CTN's) nunca aceptarían en la práctica la reducción de escala de la economía y simplemente se moverían a otras áreas en caso que algunos países en el Norte intentaran adoptar una política de decrecimiento, sino también, porqué el sistema de la economía de mercado es simplemente incompatible con un crecimiento económico cero. Incluso si asumimos el escenario último de ciencia ficción de que, de alguna forma, una economía de no crecimiento fuera impuesta globalmente, el resultado probablemente hubiera sido una Depresión mucho peor que la Gran Depresión del período de pre-guerra, con el resultante caos social que posiblemente llevaría a varias formas de eco-fascismo. Por supuesto, esto no significa que una sociedad de decrecimiento sea imposible. Simplemente significa que una sociedad de decrecimiento no puede estar basada en un sistema de mercado, ya que el crecimiento económico es justamente el motor que le da energía.


Por el lado del consumo, es bien sabido que, para la mayoría de personas la base lógica de la economía de crecimiento y de mercado es precisamente su resultado: la sociedad de consumo. Las clases medias en el Norte trabajan hoy en día bajo condiciones no muy diferentes de aquellas del siglo XIX en términos de horas reales (no formales) de trabajo, y aún peores en términos de estrés, para "disfrutar" de los beneficios del consumismo -la única razón para sufrir un trabajo aburrido y estresante, y para muchos, su único significado en la vida. Por otro lado, los grupos sociales más bajos sufren condiciones laborales similares, sino peores, no sólo para cubrir sus necesidades básicas, sino también para disfrutar -normalmente a través de continuos préstamos- de cuantos más beneficios de la sociedad de consumo mejor, imitando el estilo de vida promovido por los medios de comunicación. Aún peor es la posición de las personas en los ex-países del SRE y China, India etc. que, o bien emigran al Norte y trabajan bajo condiciones de esclavitud con el mismo "sueño" consumista, o simplemente sufren condiciones similares en su casa con el mismo objetivo. Es obvio pues, que una economía y una sociedad de decrecimiento basada en el mercado, no sólo no es factible porqué el decrecimiento la priva de sus dinámicas básicas por el lado de la producción, sino también porque la priva de su justificación a ojos de los ciudadanos, que, hoy en día, han sido transformados en consumidores.


Finalmente, en lo que concierne a la concentración del ingreso y la riqueza, esto constituye la contradicción fundamental de la economía del crecimiento. Esto no se debe, como se suele argumentar, a que la perpetuación de la economía de crecimiento tiene graves repercusiones ambientales, sino a que la condición necesaria para la reproducción de la economía de crecimiento es la concentración de sus beneficios en un pequeño sector de la población mundial, es decir, la enorme desigualdad en la distribución del ingreso mundial. Esto sucede tanto porque es simplemente imposible en términos físicos que los derrochadores estándares de consumo, que son hoy en día disfrutados por "dos terceras partes de la sociedad" en el Norte y las élites en el Sur, sean universalizados y disfrutados por la población mundial, como también porqué una economía de crecimiento universalizada no es medioambientalmente con el estado actual de conocimiento tecnológico y el coste de las tecnologías "respetuosas con el medio ambiente". Por consiguiente, la concentración del ingreso y la riqueza y la desintegración ecológica no constituyen simplemente consecuencias del establecimiento de la economía de crecimiento sino también pre-condiciones fundamentales para su reproducción. Contrariamente a las perspectivas de la Izquierda reformista, la economía de crecimiento en el Norte no sólo no es amenazada por la creciente desigualdad de la actual economía de mercado internacionalizada, sino que depende de ella. De esta manera, así como la producción del crecimiento económico no es posible sin el saqueo de la naturaleza, su reproducción física es igualmente imposible sin una concentración del poder económico cada vez mayor.


Es evidente pues, que la actual concentración de poder económico, político y social en las manos de las élites que controlan la economía de crecimiento no es simplemente un fenómeno cultural relacionado con los valores establecidos por la revolución industrial, como ingenuamente creen significativos corrientes dentro del movimiento ecologista. La realización del equilibrio ecológico no es sólo una cuestión de cambios en el sistema de valores (abandono de la lógica del crecimiento, consumismo etc.) que nos llevaría subsecuentemente a una estilo de vida respetuoso con el medio. De hecho, la concentración de poder constituye el resultado inevitable de un proceso histórico que empezó con el establecimiento de estructuras sociales jerárquicas y la ideología implícita de la dominación del ser humano sobre el ser humano y la naturaleza y culminó con el desarrollo de la economía de mercado y su consiguiente economía de crecimiento en los últimos dos siglos.


La economía de mercado/crecimiento y la concentración de poder económico son dos caras de la misma moneda. Esto significa que ni la concentración de poder económico ni las consecuencias ecológicas de la economía de crecimiento son evitables dentro del actual marco institucional de la economía de mercado internacionalizada. Sin embargo, el incremento en la concentración de poder económico lleva a muchas personas a la comprensión de que el Progreso, en el sentido de mejoras en el bienestar a través del crecimiento económico, tiene necesariamente un carácter no universal. Por lo tanto, la hora de la verdad para el actual sistema social llegará cuando sea universalmente reconocido que la existencia misma de los actuales estándares de consumo derrochador depende del hecho que sólo una pequeña proporción de la población mundial, ahora o en el futuro, tiene la posibilidad de disfrutarlos.


En conclusión, aunque el crecimiento económico ha jugado claramente un importante papel ideológico tanto en el socialismo realmente existente (como parte de la ideología socialista) y en el capitalismo realmente existente (como parte de la ideología liberal), en este último el crecimiento económico es también un elemento integral de su dinámica y sus objetivos de beneficio y eficiencia. Pero, si el crecimiento se ve no sólo como una significación imaginaria, o una ideología, o un valor, sino también, como una característica estructural de la economía de mercado capitalista, esto tiene serias implicaciones tanto a nivel teórico como a niveles estratégicos.

 

A nivel teórico, como hemos visto anteriormente, la cuestión de si el decrecimiento es compatible con la economía de mercado no es un dogma. Es simplemente una cuestión de Historia y de estudio de las dinámicas del sistema de la economía de mercado. La cuestión es: ?ha habido alguna vez un sistema de economía de mercado, en el sentido Polanyano, cuya dinámica no haya llevado a la maximización del crecimiento económico -salvo los períodos de crisis económicas no deseadas- tanto si se trataba de una economía de mercado capitalista, o hasta una de "socialista" como la de la China actual en la que las empresas del estado tienen que competir con las privadas? Si la respuesta es negativa -como debería ser- luego esta es una fuerte indicación de que el decrecimiento no puede ser visto como tan sólo una cuestión de cambio de valores y significaciones imaginarias, o de "abandonar un sistema de fe, una religión"[22], y que simplemente no es factible dentro de un sistema de economía de mercado. En cambio, el decrecimiento es perfectamente compatible con un nuevo tipo de economía y sociedad más allá de la economía de mercado internacionalizada.

A nivel estratégico, como veremos más adelante, la economía de crecimiento no se podría superar a través de un programa de reformas, como las sugeridas por el proyecto de decrecimiento, o incluso a través de la descentralización radical dentro del marco institucional de la economía de mercado, tanto si esto se efectuara mediante eco-aldeas, o aldeas urbanas e instituciones similares.


Podríamos superar la economía de crecimiento mediante reformas?


Nadie podría, por supuesto, tomarse en serio las "reformas" sugeridas por las élites políticas y económicas en su último lujoso encuentro anual en Davos. La razón es que estas reformas dan por sentado no sólo la causa de la actual crisis ecológica, es decir, la economía de crecimiento y el sistema de la economía de mercado, sino también los privilegios que les ha brindado el mismo sistema. Su lema, apropiadamente resumido por Utz Claassen, que dirige la Compañía Energética German Power Baden-Wuerttenberg, fue que "el mundo sólo puede abordar el cambio climático si los gobiernos ponen en marcha regulaciones y objetivos claros, pero dejan a los mercados determinar los precios y distribuir los recursos"[23]. Y, por supuesto, las nuevas medidas -de acuerdo con la lógica de las élites- no sólo no deberían afectar sus a privilegios, sino que, si es posible, deberían también utilizarse como un medio para expandirlos aún más. Como expresó Daniel Esty, director del Centro Yale para Ley y Política Ambiental, en el Foro Económico Mundial de Davos, "mejor regulación, mejores mercados y mejor tecnología - todo tiene que combinarse para asegurar que los recursos son utilizados y desplegados correctamente...hay un motivo por el cual General Electric está apostando la compañía en base a la asunción que las oportunidades ambientales crearán un mercado de billones de dólares"[24].


Pero, ?qué pasa con las reformas realmente radicales sugeridas por el proyecto de decrecimiento, como un paso hacía la economía de decrecimiento? La base lógica de las reformas propuestas, como hábilmente formuló Latouche[25], es la siguiente:

El cambio absolutamente necesario no es, por supuesto, uno de esos que una simple elección podría resolver mediante el establecimiento de un nuevo gobierno o votando por otra mayoría. Lo que es necesario es mucho más radical: una revolución cultural, nada más y nada menos. Sin embargo, clarifiquemos inmediatamente que para nosotros, como para Castoriadis, "Revolución no significa ni guerra civil ni efusión de sangre(...) La revolución significa la entrada del seno de la comunidad en una fase de actividad política, es decir, instituyente. El imaginario social se pone manos a la obra y acomete explícitamente la transformación de las instituciones existentes"[26]. El proyecto de una sociedad de decrecimiento, en este sentido, es eminentemente revolucionario. Se trata no menos de un cambio de cultura que de sistema legal y de relaciones de producción; la realización de iniciativas sociales "democráticas" es más "realista" que la de una democracia global. Esta fuera de cuestión el derrocamiento frontal de la dominación del capital y los poderes económicos. Solo queda la posibilidad de la disidencia (…) La apuesta por el decrecimiento consiste en pensar que la atracción de la Utopía convivencial, combinada con el peso de las limitaciones hacia el cambio, es probable que favorezca una "descolonización del imaginario" y que incite suficientes actitudes "virtuosas" en favor de una solución razonable: una democracia ecológica.

Sin embargo, dado lo dicho anteriormente acerca de que el proyecto de decrecimiento no rechaza ni el sistema de economía de mercado ni su complemento político, la "democracia" representativa, está claro que la revolución cultural imaginada por el proyecto de decrecimiento no implica un cambio sistémico. Aún así, las obras de Castoriadis, particularmente las primeras, pero también las últimas, si que implican un cambio sistémico, aunque él nunca intentó articular una estrategia que condujera a la superación de la heteronomía política y ética, o incluso a esbozar una democracia genuina consecuente con su proyecto de autonomía[27]. El decrecimiento, como el extracto de arriba explicitamente declara, principalmente acomete con la "descolonización del imaginario", es decir, un cambio de valores e ideas. Incluso cuando se habla de cambios en las instituciones, en la forma de cambios en el sistema legal y las relaciones de producción, está claro que éstos no implican cambios en la propiedad de los medios de producción y la asignación de recursos por el mercado.

 

Así, aún si el programa reformista de transición[28] fuera algún día adoptado -una posibilidad que Latouche acertadamente descarta- nunca conduciría a la creación de una conciencia socio-económica alternativa. En cambio, alienaría a los grupos sociales más bajos (incluyendo la más baja clase media) que tendrían que pagar especialmente el precio de la adopción de semejantes medidas. Esto sería cierto en el tipo de medidas como las siguientes - también adoptadas por los Ecologistas convencionales:

  • Reducir la producción material a niveles de 1960 y 1970 (lo que implica más desempleo y pobreza entre los grupos sociales más débiles)

  • Internalizar los costes de transporte (lo que implica que los coches privados y los vuelos aéreos serían de nuevo productos de lujo para ser disfrutados sólo por los grupos sociales más altos)

  • Volver a la agricultura de pequeña escala (lo que implica precios más altos de los alimentos -algo que afecta especialmente a los estratos sociales más bajos)

  • Reducir el derroche energético en tres cuartas partes con medidas como las propuestas por el plan Negawatt, que tiene como objetivo un espectacular recorte del consumo energético, sin ninguna reducción drástica de las necesidades, mediante el uso de un sistema de tasas, normas, bonos, incentivos y subsidios selectivos para hacer del comportamiento virtuoso una opción económicamente atractiva (un sistema que, aún suponiendo que tuviera éxito -que es mucho suponer!- no es en absoluto seguro, como el mismo Latouche correctamente señala, que realmente evitara el efecto rebote, es decir, el principio económico por el cual la reducción de materiales y costes energéticos conduce, mediante la reducción en los costes financieros, a un incremento del consumo material).

La razón por la cual estos efectos adversos -que especialmente afectan al estrato social más bajo- pueden aparecer, tiene que ver, por supuesto, con el hecho de que las reformas propuestas están basadas en la economía de mercado y particularmente en la internalización de las externalidades negativas, es decir, aquellos costes en los que incurre un actor al realizar su actividad, pero que son soportados por el conjunto de la comunidad, por ejemplo los costes de la contaminación. Consideraciones similares se aplican a enmiendas tecnológicas como el programa de reconversión masivo propuesto, que podría convertir las fábricas de coches en plantas de cogeneración de energía, o el uso extensivo de fuentes de energía renovables que, como ha mostrado Ted Trainer[29] entre otros, sólo podría tener el efecto deseado si el crecimiento económico, los niveles de vida y el consumismo fueran drásticamente reducidos -lo que claramente plantea la cuestión.

 

Con todo, Latouche está en lo cierto cuando argumenta que "la creación de iniciativas democráticas locales es más realista que la de un gobierno democrático mundial", especialmente si toma la forma de confederación de Demoi, como propone el proyecto de la DI, que Latouche discute con cierto detalle[30]. Sin embargo, el localismo, tanto si toma la forma de aldeas urbanas y democracia participativa (Homs) como de una confederación de demoi dentro de una economía de mercado reformada y una "democracia" representativa (Latouche), claramente, en base al análisis anterior, no podría conducir a una sociedad de decrecimiento. Este tipo de "democracia ecológica" no resuelve en absoluto el problema de la concentración de poder económico y político - la causa de raíz de la actual crisis multidimensional.

 

Consideraciones similares se aplican al Camino más Simple Ted Trainer, que comporta el desarrollo de estándares materiales de vida "no opulentos (pero suficientes), economías locales mayoritariamente pequeñas, altamente autosuficientes" mediante un cambio profundo en los valores y la visión del mundo, lejos de algunos de los elementos más fundamentales de la cultura Occidental, que tienen que ver especialmente con el individualismo competitivo, consumista. Trainer argumenta que "nuestra mejor oportunidad se producirá mediante un intento de trabajar aquí y ahora en la transformación de las ciudades y los barrios residenciales existentes en algún tipo de "eco-aldeas" -un proceso que, como él sugiere, podría empezar por ahora, mediante pequeños grupos locales que comiencen a tomar más control sobre sus economías locales. Esto, concluye, podría conseguirse sin lucha contra el capitalismo: "el Camino más Simple es la muerte para el capitalismo, pero la forma en que lo venceremos es ignorándolo hasta que desfallezca, alejándonos de él y construyendo ésas numerosas parcelas de lo alternativo que podríamos fácilmente construir ahora mismo"[31].

 

Sin embargo, como he señalado en respuesta a este argumento[32], sólo si las actuales actividades antisistémicas que prefiguran el sistema se convierten en parte integral de un movimiento antisistémico, pueden ser parte de la solución al problema crítico que enfrentamos actualmente más que parte del problema mismo. Este proceso implica no la creación de eco-aldeas (principalmente fuera de la sociedad principal) sino, en cambio, la creación de "democracias inclusivas en acción" a nivel local, que gradualmente retirarían recursos de la economía de mercado capitalista y crearían nuevas instituciones políticas, económicas y ecológicas para reemplazar las actuales. En otras palabras, el núcleo del proceso de transición debería implicar un cambio de instituciones en el ámbito local que, en interacción con el consiguiente cambio de valores, conduciría a una nueva cultura en vez de que, como Trainer parece argumentar, el proceso completo pueda ser efectuado mediante un cambio radical en la cultura, que no está necesariamente conectado con ningún cambio institucional paralelo.

 

Para concluir, el localismo económico, es decir, el cambio en las relaciones de producción en términos de crear comunidades auto-suficientes o incluso auto-dependientes, es imposible mientras las CTN's y sus sucursales estén extendidas como ahora en cada comunidad. Incluso en el período de transición, la auto-suficiencia es sólo una de las precondiciones de una democracia económica como parte de una Democracia Inclusiva, siendo las otras la propiedad demótica[B] de los medios de producción y un nuevo sistema de asignación democrática de recursos. Todas estas medidas tienen que ponerse en marcha de forma que reemplacen, al final de este proceso, las CTN's y el sistema de la economía de mercado por un nuevo sistema de organización económica, que no sería dirigido por el sistema de mercado y los principios de maximización del beneficio y la eficiencia que inevitablemente conducen a la economía de crecimiento. En cambio, sería dirigido exclusivamente por la elección de satisfacer las necesidades básicas de todos los ciudadanos y las no básicas que los ciudadanos mismos decidieran satisfacer -colectivamente, mediante sus asambleas democráticas y individualmente, mediante un sistema de vales y un "mercado" artificial[33].

 

De modo similar, en lo que concierne al localismo político, incluso en el período de transición, se tienen que crear formas de democracia política o directa, que inicialmente, estarán en una relación de poder dual con el estado, hasta que finalmente se universalicen y federen en una DI confederal. En mi opinión, es sólo mediante una estrategia de transición[34] que tenga por objetivo la creación de nuevas instituciones políticas y económicas democráticas, y mediante la paideia, que tendría como objetivo hacer hegemónicos los valores correspondientes, que podríamos esperar de forma realista crear las condiciones para la emergencia de una economía y sociedad que no se base en el crecimiento económico: una democracia ecológica real, como parte integral de una Democracia Inclusiva.

 

Artículo publicado originalmente en The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol. 3, No. 1 (Enero de 2007). Traducción: Laia Vidal i Blai Dalmau.

 

[A] Los “Fundos” fueron la facción del Partido Verde alemán que sostenía planteamientos más radicales (ecologistas profundos, eco-socialistas) en la década de 1980, en oposición a la otra facción del mismo partido, los “Realos”. Por analogía, estos términos se han aplicado luego también a otras discrepancias similares. [N.d.T]

[B] El adjetivo “demótico” significa del “demos”, es decir, del pueblo en conjunto, de todas las personas. [N.d.T]

 

[1] Ver, por ejemplo, Serge Latouche: “Degrowth: an electoral stake?" en The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol 3, Num 1 (Enero 2007)
[2] Ver Ted Trainer, "Renewable Energy: no solution for consumer society", en The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol 3, Num 1 (Enero 2007) y también el diálogo sobre eco-aldeas, en The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol 2, Num 3 (Junio 2006)
[3] Clement Homs “Localism and the city: the example of ‘urban villages’” en The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY Vol. 3, Num. 1 (Enero 2007).
[4] Serge Latouche, “Will the West actually be happier with less? The world downscaled”, Le Monde Diplomatique (Diciembre 2003)
[5] Serge Latouche, Why Less Should Be So Much More: Degrowth Economics”, Le Monde Diplomatique (Noviembre 2004).
[6] Ver Takis Fotopoulos, "Development or Democracy?", Society and Nature, Vol. 3, Num. 1 (Tema 7),1995, pp. 57-92, y, también Dependent Development: the case of Greece, (Atenas 1985).
[7] Serge Latouche, “Will the West actually be happier with less? The world downscaled”, Le Monde diplomatique (Diciembre 2003).
[8] Serge Latouche, “The globe downshifted”, Le Monde diplomatique (Enero 2006).
[9] Serge Latouche, "Can democracy solve all problems?", Democracy & Nature , Vol. 9, Num. 3 (Noviembre 2003), pp. 373-78 y The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY Vol. 1, Num. 3 (Mayo 2005)
[10] Takis Fotopoulos, “The Inclusive Democracy project: A rejoinder”, Democracy & Nature , Vol. 9, Num. 3 (Noviembre 2003), pp. 429-472.
[11] Ver Cornelius Castoriadis, “La démocratie comme procédure et comme régime’, La montée de l’insignifiance, (Seuil: Paris, 1996), pp. 221-241.
[12] Serge Latouche, “Degrowth: an electoral stake?”
[13] Serge Latouche, “Can democracy solve all problems?”
[14] “The Inclusive Democracy project-A rejoinder”
[15] Ver Cornelius Castoriadis, ‘The retreat from Autonomy: Postmodernism as generalised conformism’ en World in Fragments, (Stanford: Stanford University Press, 1997) pp. 32-45.
[16] Takis Fotopoulos, "The Myth of Postmodernity", Democracy & Nature, Vol. 7, Num. 1 (Marzo 2001), pp. 27-76
[17] C. Castoriadis, Reflections on Rationality and Development”, en Philosophy, Politics, Autonomy, (New York Oxford : Oxford University Press, 1991) p. 184.
[18] Takis Fotopoulos, Hacia una democracia Inclusiva, (Montevideo, Nordan-Comunidad 2002) capítulo 2; Versión en inglés en la red: http://www. inclusivedemocracyorg/fotopoulos/english/brbooks/brtid/brtid.htm. Ver también, The Multidimensional Crisis and Inclusive Democracy, (International Journal of Inclusive Democracy, publicación basada en una traducción Inglesa del libro que lleva el mismo título publicado en griego (Atenas: Gordios, 2005), cap. 5.
[19] Takis Fotopoulos, Hacia una democracia Inclusiva, (Montevideo, Nordan-Comunidad 2002) cap 1. Versión en inglés en línea: http://www. inclusivedemocracyorg/fotopoulos/english/brbooks/brtid/brtid.htm.
[20] James O'Connor, “Capitalism, Nature, Socialism,” Society and Nature, Vol. 1, Num. 2, (1992), pp.174-202.
[21] La definición habitual de eficiencia económica en términos de eficiencia técnica, eficiencia productiva y eficiencia de cambio, pese a ser supuestamente "neutral", de hecho, deja de lado los aspectos distributivos, de modo que es perfectamente posible que una cierta asignación de recursos sea "eficiente" y al mismo tiempo incapaz de satisfacer adecuadamente (o nada en absoluto) ni siquiera las necesidades básicas de muchos ciudadanos.
[22] Serge Latouche, “Why Less Should Be So Much More: Degrowth Economics.”
[23] Tim Weber “Has Big Business gone green at last?” sitio web de notícias BBC (27/1/2007).
[24] Ibid.
[25] Serge Latouche, “Degrowth: an electoral stake?”
[26] C. Castoriadis, Une société à la dérive, (Seuil, Paris 2005), p. 177.
[27] Ver Takis Fotopoulos, "Towards a democratic liberatory ethics", Democracy & Nature, Vol. 8, Num. 3 (Noviembre 2002), pp. 361-396.
[28] Serge Latouche, “The globe downshifted.”
[29] Ted Trainer, Renewable Energy: No Solution for Consumer Society”, The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol. 3, Num.1 (Enero 2007)
[30] Serge Latouche, “The globe downshifted.”
[31] Ted Trainer, On eco-villages and the transition”, The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol. 2, Num. 3 (Junio 2006).
[32] Takis Fotopoulos, “Is the eco-village movement a solution or part of the problem?”, The International Journal of INCLUSIVE DEMOCRACY, Vol. 2, Num. 3 (Junio 2006).
[33] Ver Takis Fotopoulos, Hacia una democracia inclusiva, cap. 6 o, de forma concisa, The Multidimensional Crisis and Inclusive Democracy, cap 14.
[34] Ver Takis Fotopoulos, The Multidimensional Crisis and Inclusive Democracy, cap. 16.